Hace mucho tiempo, hace muchas noches y muchos días, dejé de escribir por aquí. Pensaba que valía la pena expresar las necesidades que la mente y el alma tienen escondidas. Pero luego descubrí que no tenía mucho sentido.

La gente no es muy amable en estos días; gracias a los patanes y sátiros sin compasión, todas las mujeres piensan que somos iguales ante los ojos de cualquier ser vivo. Gracias a la corrupción y la maldad (la cual sólo puedo interpretar como conveniencia propia y egoísmo) todo se fue al carajo.

Yo llegué a enamorarme de alguien que imaginaba como un ser distinto a los demás. Tenía en mi cabeza la idea de que tal personas podría ser el oasis que tanto he anhelado en el ardiente desierto que es la vida. Pero como es la costumbre, me equivoqué rotundamente... Resultó ser un humano más entre la multitud. Y no puedo culpar sus intereses ni su libre expresión. Lo único que sé es que cometí una falta al hablar mal de su compañero y ser una mala persona... No es inmenso mi error, pero las personas lo creen suficiente para pensar lo peor.

Ahora, los deseos de escribir y la manera cómo lo hacía quedaron en el pasado. No deseo volver a hacerlo. No quisiera escribir más comentarios ni estúpidos consejos. Y la razón no es concisa ni visible, pero dentro de mi, la creatividad pereció como la noche en el crepúsculo de la ira.

 Sólo quisiera estar muerto... y no pensar en nada más.


Adrián Lara. Sábado, 13 de junio de 2013. 00:51 hrs.