Es tiempo de acabar con lo que alguna vez fue amor,
termina poco a poco en dolor, y constante agonizar sin favor,
pues extenuado y agobiado he sido yo,
un simple peón si ilusión, repudiando tu perdón...
Terminante mi oración...
He asistido a mi final, furia constante, cortante,
no preciso una razón, más al albedrío aspiro,
con las garras eminentes y carente de empatía.
¡Iracundo!, no hay otra ilusión. Todo se agota,
cual caído lisiado, falto de arrogancia color blancuzco,
irradiado, invadido... De mente y fuerza, verdusco...
No puedo lamentar más, sólo vengo a renunciar,
con una triste sonrisa acabar, pero deseando un sosiego,
hacia tu desdén por mi ambición.
Pretendo negarte, sacrificio sin emoción,
sólo así mi sombra incompleta regresa,
de la negrura perenne; suave esencia embriagante,
evitando retornarme, al mundo siniestro donde insigne terminé...
Un clavicordio, melodía demolida ante mi plegaria de olvido,
retumba en la gloria ennegrecida, dando preludio a tu omitido Romeo,
y brindando coraje en contra de las criaturas de un futuro mal...
Todo en simpleza, sin excusa y con angustia,
para sólo anunciarte mi retiro fulminante,
comenzando irisación, corintos fanales de cielos distantes...
Debo mi suplicio aniquilar, sin pánico y arriesgado,
donde sólo yo he penetrado. Silenciar instantáneo,
benevolente o insuficiente. Despertar ignorante...
Cristalizado ha quedado, el espectro renacido ante vuestra mirada,
y falleciendo este pedido, mi consigna melodiosa;
fin a tu vista, fin a tus manos, fin a tu alma y fin a mi arma,
pues mi adoración sin provecho y sus luces he desecho,
me marcho vigoroso, y temeroso diré...
¡Adiós! Punto maltrecho...
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